PARA PENSAR

domingo, 21 de febrero de 2010

CASO MARY ELLEN

Quizás Francis y Thomas Wilson hubieran sido unos buenos padres, pero la historia nunca lo sabrá, porque el mismo año en el que su hija Mary Ellen nació, Thomas fue asesinado en la batalla de Cold Harbor, Virginia : era 1864, y aunque la Guerra de Secesión llegaba a su fin aún seguía siendo cruda y sangrienta. Francis, una viuda joven sin medios para cuidar de su bebé, no tuvo más remedio que dejar a la pequeña al cuidado de una mujer de más posibles que se llamaba Mary Score.

Aunque al principio la visitaba, al cabo de un par de años la situación de Francis era tan penosa que había caído en la pobreza absoluta -cuántos casos idénticos en todas y cada una de las posguerras- y cada vez le resultaba más difícil ir a ver a la niña. Mary Score, ante tal situación, dejó al bebé de dos años al cuidado de los Servicios Sociales, que tomaron la determinación de darlo en adopción a Mary y Thomas McCormack.

Para conseguir la adopción, Thomas alegó que la pequeña Mary Ellen era en realidad su hija biológica. Era él el que quería adoptar a un niño al haber perdido a todos los suyos por enfermedades infantiles; y ésa sería la única forma de que su mujer aceptara criar a la niña y que el orfanato se la diera. Las constantes negligencias y falta de cuidado en la época en los orfanatos, incluso en los públicos, permitió que la pareja se quedara a la niña. A los pocos meses Thomas McCormack murió y su mujer no tardó en juntarse con otro hombre, Francis Connolly, con el que se casó y se mudó, siempre con la niña, semanas después.

Era 1874 cuando Mary Smitt, la vecina nueva de los Connolly, que se habían mudado de nuevo años atrás, llamó a Etta Angell Wheeler, una trabajadora social metodista, para pedirle ayuda. Mary estaba alarmada, y no era para menos. Día tras día, los gritos desconsolados de una niña al otro lado de la pared le rompían los oídos y la sumían en un mar de dudas, ya que no tenía constancia de que hubiera ningún niño viviendo de forma continua en la casa de sus vecinos, que jamás salían acompañados de nadie. No fue difícil para Etta entrar en la casa de los Connolly para contemplar el horror.

Mary Ellen, que ya contaba con diez años, era un despojo más que una niña. Sucia y con un cuerpecillo esquelético y demasiado bajo para su edad, la niña estaba vestida con ropas raídas y mugrientas y, aunque intentase taparlas, las cicatrices recorrían su cara, sus brazos, sus piernas. Apenas podía la niña sujetar la pesada sartén que estaba fregando cuando Etta la vio por primera vez, ante una montaña de platos sucios que, se adivinaba, la niña había recibido la orden de limpiar.

Sobre la mesa, un pesado y macabro látigo de cuero rígido.

Lo realmente indignante, sin embargo, vino después. Alarmada y horrorizada, Etta recorrió todos los juzgados de la ciudad de Nueva York denunciando el caso, y en todos la respuesta era la misma: desgraciadamente, el niño se consideraba una propiedad de sus padres,y el trato de éstos hacia el mismo un asunto privado y que sólo les incumbía a ellos.No había absolutamente ninguna ley que penase las torturas, el maltrato, el abuso y la explotación hacia una niña de diez años.

Parecerá cruel, y lo fue.Cuando Etta estaba a punto de darse por vencida, sin embargo, apareció Henry Bergh, el líder de la ASPCA, una asociación .. por la prevención de la crueldad hacia los animales.

El caso Mary Ellen saltó a los periódicos y la cruel imagen de la niña torturada hasta la extenuación por sus propios padres adoptivos recorrió el país.En el juzgado, Mary Ellen, que salía de casa por primera vez en años, explicaba su vida y contaba cómo la cicatriz que recorría su cara se la debía a la agresión con unas tijeras de su madre. Su declaración helaba -hiela- la sangre.


Mis padres padres biológicos están muertos.Los dos.No se qué edad tengo.No los recuerdo.

Mi madre adoptiva me pega y azota casi todos los días con un látigo de cuero,y siempre tengo moratones negros y azules por todo el cuerpo por eso. Ahora, los que tengo en la cara me los hizo mamá, y también me rajó la cara con unas tijeras.

Nunca me han besado. Nadie. Mamá tampoco.

Nunca me han acariciado.

Nunca he hablado con nadie más que con mis padres adoptivos,porque si intentaba hacerlo me azotaban con el látigo.

No se por qué mamá me pega con el látigo, la verdad es que nunca me dice nada mientras lo hace. Yo no quiero volver a vivir con ella, porque me hace daño.

Nunca he salido de casa en mi vida.

Doce días después Mary Connolly pudo ser arrestada, acusada de maltrato hacia una suerte de animal. No miren mal a los jueces : era la única forma de arrestarla. No había leyes que protegieran a los niños de ser torturados y maltratados; no había nada porque, simplemente, eran la propiedad de sus padres.

Afortunadamente Mary Ellen consiguió llegar a ser feliz. Al cuidado de la madre de Etta, Sally Angell, hasta la muerte de la misma y de Elizabeth y Darius Spencer -hermana y cuñado de Etta- a partir de entonces, la niña pudo crecer conociendo una forma de vida diferente. Se casó, tuvo dos hijas (Etta y Florence) que se convirtieron en maestras, adoptó a otra más (Eunice) que llegaría a ser una próspera mujer de negocios en la década de los 30, y vivió noventa y dos años. Su caso fue revolucionario, la bomba que dio origen a los movimientos por los derechos de los niños y la gota que colmó un vaso que llevaba toda la historia llenándose a base de sangre de pobres inocentes.

Ciento treinta años después, que se dice pronto, sigue habiendo Mary Ellens que, sin embargo, jamás serán salvadas por nadie.

EL CASO MARY HELLEN. USA. 1876


Acceso a los derechos por:


• Homologación del trato debido a otras criaturas.
• antes que por derivación de los derechos humanos

3 comentarios:

  1. Que grave, quisiera saber que le hicieron a los padres adoptivos, en especial a la madre adoptiva, y lo curioso es que se utilizò una ley para los animales para salvarla.

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  2. Realmente un caso muy impactante y si, habra muchas Mary Ellen en nuestra sociedad. Como también habrán Etta dispuestas a hacer el bien a pesar de las circunstancias... Y si no las hay, habrá que ir sensibilizando para luchas por los derechos humanos... Gran lección

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